Juntas, of course by Ana Punset

Juntas, of course by Ana Punset

autor:Ana Punset [Punset, Ana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2016-05-31T16:00:00+00:00


De pronto, escuchó Lucía la voz de Susana, que estaba flipando también con la decisión. Se dio cuenta de que su amiga estaba a punto de darse media vuelta para alejarse de ellas en pleno ataque de cólera, pero la frenó cogiéndola de la mano. Abrió mucho los ojos para advertirle silenciosamente de que lo único que pretendía era poner a prueba a Alicia. Susana lo comprendió al instante. Por eso, cuando Alicia le preguntó con una mirada bastante desafiante:

—¿Tienes algún problema?

Susana negó con la cabeza y se centró en la libreta que tenía apoyada sobre la mesa.

—Ahora que tenéis los grupos hechos, centraos en escuchar este fragmento. Os preguntaré por los instrumentos que suenan. ¿Entendido? —explicó el profesor.

—Entendido —respondió toda la clase al unísono. Menos Alicia, por supuesto.

La música comenzó a sonar. Santo Tomás, que permanecía toda la clase de pie, se apoyó en su mesa y cerró los ojos. La melodía resonaba entre esas cuatro paredes y Lucía afinó su oído para tratar de reconocer el instrumento que hacía él solo en ese momento. A su lado, Alicia había sacado el móvil y se entretenía haciendo lo que fuera con él. Era un ejercicio difícil, si Alicia no prestaba atención, lo iba a tener imposible para responder correctamente… Lucía sonrió para sí.

En cuanto paró la música, Santo Tomás planteó:

—¿Alguien sabe qué instrumento era el que sonaba?

Lucía avisó a sus amigas guiñándoles un ojo antes de levantar la mano firme.

—¿Lo sabéis? —exclamó el profesor satisfecho de que alguien respondiera tan rápido.

—Sí, profe. Alicia dice que lo sabe —dijo Lucía sin titubear.

Notó perfectamente cómo Alicia le clavaba los ojos, incluso antes de que se volviera hacia ella. Se la quedó mirando, tragándose todos sus miedos (todavía no sabía cómo), y le preguntó:

—¿Verdad?

Alicia tragó saliva. Negó con la cabeza. Apretó los dientes. Y miró al profesor.

—Paso —contestó al profesor, porque todas sabían que no tenía ni idea de la respuesta.

—¿Sabes cuál es la respuesta, Alicia? ¿O no? —insistió Santo Tomás, que no comprendía lo que estaba sucediendo.

Alicia se rascó la nariz y se revolvió en la silla con los ojos clavados en la pizarra, como si fuera a obtener allí la respuesta. Sus pies volvían a moverse nerviosos. Todos los compañeros la miraban expectantes, y Lucía notó cómo la tensión crecía en el aula. Alicia resopló antes de volver a exclamar:

—¡Ni idea, joder!

La cara de Santo Tomás se quedó blanca con la respuesta. Él era un hombre educado, que nunca levantaba el tono de voz.



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